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sábado, 1 de noviembre de 2008

EL DAIMON EN LA CULTURA DE CRETA

Existe una serie de imágenes que aparecen en gemas e improntas de sellos donde se ve dos animales o bestias simétricamente colocados a cada lado de una figura central. En ciertos casos, en lugar de estos animales salen muchas veces genios teriomórficos, que vendrían a ser los dáimones, pero la figura central puede ser también uno de esos demonios en el acto de dominar a las bestias. La figura tiene forma de animal, pero está de pie, como un hombre; no hay duda alguna de que se trata de una figura humana disfrazada. La cabeza y las piernas son las de un animal, pero resulta imposible afirmar de qué especie. Conviene abstenerse de la descripción común de “demonios leoninos”. Un rasgo típico y extraño es lo que parece ser una piel suelta u otro tipo de manto que desciende desde la cabeza hasta más debajo de la cintura, y que sugiere el cuerpo de una avispa. Ese manto tiene a menudo dibujos y una cresta de púas o pelos con una bolita al extremo. Salvo variaciones pequeñas y poco importantes, el tipo es fijo. Esos demonios aparecen como sirvientes de los dioses, con jarras de libación y otras vasijas en las manos: riegan las ramas sagradas. Algunas veces, arrastran animales muertos, posiblemente para un sacrificio.
La difusión puramente formal de motivos grabados o pintados, mencionada más arriba, en ningún caso es tan persistente como en relación a las fantásticas criaturas híbridas. A partir de esos demonios y de las figuras del grifo y de la esfinge, copiadas de Oriente, el arte cretense creó toda una serie de fantásticas combinaciones de miembros y partes del cuerpo de hombres y animales. Improntas de sello, de Zacro, presentan una abigarrada colección de esas creaciones, de una fantasía totalmente desorbitada; parecen tener su origen en la afiebrada imaginación de una mente exaltada y no se corresponde con nada parecido en el resto del mundo. Naturalmente, no poseen ninguna significación religiosa.
La uniformidad del tipo se revela en la comparación con las pocas representaciones de otros genios teriomórficos. Una concha esculpida, de Festo, que indudablemente revela influencia babilónica, presenta una procesión de cuatro figuras con cabeza de animal y largas vestiduras; las tres primeras tienen cabezas de mamíferos, la última, de pájaro. Una impronta de sello, de Zacro, resulta interesante.Una mujer con los brazos en alto está parada delante de una figura con forma de animal, sentada en el suelo como un perro y también con los brazos en alto. El problema consiste en saber cuál es el adorador y cuál el adorado. Aún más interesante resulta la llamada impronta de sello del Minotauro, de Cnosos. Sobre un banco plegadizo, está sentada una criatura con piernas y troncos humanos, pero con pezuñas, cola y la cabeza sin cuernos de lo que parece ser un becerro; delante de él hay un hombre con los brazos caídos: no se trata, entonces, de un adorador. De esta misteriosa imagen depende en verdad la cuestión de si existía un culto del toro en Creta, tal como se ha afirmado a menudo bajo la influencia de los mitos sobre Europa y el Minotauro. A pesar de que muchas veces aparecen representaciones de luchas y cacerías de toros, no existe el menor indicio de que posean significación religiosa. Hace falta una evidencia más concreta

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