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lunes, 3 de noviembre de 2008

POSESION DEMONIACA O LOCURA MENTAL

La convocatoria de esta reunión científica me parece muy puesta en razón. Se ha dicho que estamos en la "sociedad de la comunicación" y, sin embargo, hay muchos sectores en el ámbito disciplinar que no se han abierto al profundo, fecundo y necesario diálogo con los especialistas en otras materias. A causa de esta incomunicación, nadie gana y todos pierden. No se piense que la incomunicación en este caso se limita sólo al posible diálogo interdisciplinar entre psiquiatras y sacerdotes. Hay otros muchos ámbitos, lamentablemente, que también están afectados por esta incomunicación. Este es el caso sin ir más lejos, por ejemplo, de lo que sucede entre psiquiatras y jueces. Por eso juzgo muy conveniente el hecho de que se haya organizado esta sesión científica para debatir una cuestión que, aunque se nos ofrezca como muy problemática y excepcional en el ámbito de la clínica, no obstante, puede plantearse en algunas ocasiones: las supuestas "posesiones diabólicas" y las manifestaciones psicopatológicas de los enfermos psiquiátricos.El silencio respecto de estas cuestiones no suele ser buen compañero de viaje para encontrar soluciones. Es más, ese silencio puede ser causa de injusticias o del tratamiento inadecuado de ciertas personas en temas, por otra parte muy delicados, que afectan gravemente a su intimidad personal.Estas situaciones ya se repitieron con anterioridad, aunque con un signo muy diferente. En los albores de la Edad Media es harto probable que ciertos comportamientos se atribuyeran, entonces, a la acción del diablo o de los espíritus malignos, cuando probablemente se trataba tan sólo de manifestaciones psicopatológicas, que de haberlos, debieron haberse remitido a los adecuados especialistas. La inexistencia de la psiquiatría como especialidad en aquella etapa histórica, además de otras variables relevantes de tipo cultural propias de la época, consintieron en una hermenéutica errónea , de consecuencias muy lamentables.Algo parecido a lo que aconteció entonces, puede suceder hoy. En la actualidad, el importante desarrollo experimentado por la psiquiatría y su cada vez más poderosa eficacia en la solución de determinados trastornos de conducta y manifestaciones sintomáticas, condicionan poderosamente el que hagamos atribuciones de índole exclusivamente psiquiátrica a la hora de explicar determinados comportamientos. Si a ello añadimos que las convicciones y creencias religiosas están hoy a la baja en algunos contextos culturales, es lógico que trate de explicarse cualquier acontecer psicopatológico apelando a la psiquiatría y no a la religión.Es muy probable, no obstante, que la mayoría de esas actuales atribuciones, en al marco de la moderna psicopatología, sean razonablemente justas y muy puestas en razón. Pero, lo que no parece que sea conveniente, sin embargo, es interrumpir el diálogo entre psiquiatras y pastores. Pues si en la Edad Media probablemente se incurrió en un exceso al magnificar las atribuciones de tipo religioso para la "explicación" de estos comportamientos, es muy posible que hoy se esté incurriendo también en otro exceso: el de apelar únicamente a la psiquiatría, al mismo tiempo que se vuelve la espalda a cualquier fenómeno de naturaleza religiosa.De otra parte, muchas de las manifestaciones que, según parece, comparecen en las personas supuestamente poseídas por el demonio constituyen, por su propia naturaleza, una situación muy compleja, ambigua y harto difícil de resolver.De aquí que ninguna ciencia pueda configurarse o entenderse como omnipotente, especialmente, cuando hay que dilucidar la compleja naturaleza de ciertos comportamientos, que ocupan un ámbito fronterizo entre la psicopatología y al religión. En síntesis, me parece una iniciativa muy afortunada tratar de recuperar el diálogo entre pastores y psiquiatras, diálogo que nunca debió interrumpirse. Entre otras cosas, porque para el esclarecimiento de estas cuestiones límite -al menos, cuando comparecen con ciertas posibles implicaciones psicopatológicas, lo que es muy excepcional-, se precisa no sólo de la concurrencia de especialistas en ambas materias (pastores y psiquiatras), sino, lo que es todavía más importante, del establecimiento de un diálogo fecundo, abierto y, de ser posible, sin prejuicios, de manera que puedan entenderse entre ellos salvando las diferencias ontonómicas de cada una de las ciencias cultivadas por ellos.

Prof. Dr. Aquilino Polaino-Lorente
Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense
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